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¿Y ahora que? Entre el logro y la ansiedad




Por: Polethe Doll Perea Raymundo, BSN, RN.


No sé exactamente la razón; quizá fue que tuve un golpe de realidad a mi seguridad cuando recibí la noticia de que en mi primer intento presentando el NCLEX no lo había pasado.


No lo voy a negar ni romantizar, fue horrible. No cabía en mi mente alguna razón válida para ese resultado. Había pasado mi último año estudiando, haciendo todo lo que me indicaban, macheteándole, como dice mi abuela. No dormía por hacer pequeños exámenes y simuladores, obsesionada con ver el “PASS LINE” en las plataformas. Descubrir que eso no fue suficiente me paralizó, y eso sin mencionar la depresión que me di permiso de tener. Un mini duelo porque el asunto seguía, sacar de no sé dónde la energía para seguir haciendo lo que venía haciendo desde hace un año, aunque el peso de las lecturas ahora era abismal.


No hablemos de cómo se me cayó el cabello o de que no dormía bien. Supongo que eso es por la presión que yo suelo ponerme a mí misma. No hablemos de cómo todo aquel al que le contaba me decía:


⁃ “No es cierto, ¿cómo no lo vas a haber pasado tú? O sea, ¡eres tú!”


Las palabras “Fracasada” jugaron conmigo sin descanso y sin piedad. Todo lo que había invertido de mí parecía no valer la pena al ver cómo mis colegas avanzaban a mi lado, entre especialidades, cambios de ramas, diplomados y graduaciones, mientras yo estaba ahí estancada. Me carcomía por completo y, como ya dije, sin descanso.


Creo que los 45 días que tuve para prepararme para el siguiente examen se trataron de todo menos de estudiar. Se trató de respirar, de soltar, de relajarme, de leer una pregunta y decirme a mí misma: “Lo sabes, sabes que esto es así, no tienes por qué dudar.”


El día del examen, hice todo menos concentrarme como comúnmente podría describirse la concentración. Desde que entré a ese gélido salón, lo que hice fue oler, reconocer a qué olía y darle un sentido al aroma, sentir la luz de las grandes lámparas blancas sobre mí. Me tomé mis cinco minutos para dejar que mi espalda sintiera el respaldo de la silla de oficina; quizás más de cinco minutos para que mi piel no encontrara desagradable el tacto contra el respaldo y yo pudiera recargarme y estar a gusto, en lugar de mantener una posición de 90° durante las siguientes horas que estaría ahí, mirando el minuto, acariciando el mouse hasta que dejara de ser desagradable.


En esta segunda ocasión, aunque ustedes no lo crean, decidí no usar los audífonos para ocluir el silencio, porque déjenme confesarles que hay algo que sucede con estos dispositivos: cuando te los pones, si bien deja de existir el ruido exterior que te vuelve loca, ahora escuchas el interior con todo lujo de detalles: tus cuatro cámaras cardíacas haciendo los intercambios en microsegundos que dan como resultado dos latidos que te explotan en los oídos, tu respiración, la deglución de tu hipersalivación y cómo esta recorre todo tu tracto digestivo. Así que no… preferí familiarizarme con el entorno: el sonido del aire central pasando por las ventilas, el clic de las demás personas allí, las respiraciones y exhalaciones de todo el entorno, el chillido de las sillas cuando se reacomodan y, si alguna llega a girar, incluso el ruido de las pisadas que son más ligeras sobre la alfombra pero no inexistentes.


Todo diferente. Cuando ya me sentí cómoda, empecé entonces con el examen y, al mismo tiempo, empecé a hacer algo que me relaja desde hace años: dibujar. En la tabla que te dan para usar como apoyo, empecé a dibujar una mandala enorme, una pregunta = un patrón… Me recordaba que debía respirar, confiar en ser quien eres y nada más…


Fui al baño tres veces, me mojé la cara, el cuello y el cuello, me refrescaba y volvía; incluso, en algún momento, giré en mi silla, meciéndome con movimientos muy exactos, repetitivos y rítmicos, ignorando el temor a que pudieran llamarme la atención.


Mientras que en el primer examen me aterraba tener más de 85 preguntas, en esta ocasión solo quería ver que siguieran saliendo más, seguir en el juego… 104 preguntas después, se cerró. Terminé mi mandala y la vi unos segundos; para entonces, alzé la mano y avisé que ya era hora de salir.


Mencionar que las siguientes 48 horas fueron horribles es quedarse corto, pues, aparte de la tarea de gobernar mi ansiedad, debía aparentar para los demás que no era así. Mi vida consistía en terminar las tareas de la casa para ocupar cualquier momento actualizando el portal, esperando que en cualquier momento la opción de resultados rápidos cambiara de “no inhabilitado” a “habilitado”. Incluso cuando sabía que era imposible que sucediera antes de las 48 horas, yo actualizaba el sitio, aun cuando sabía que nada cambiaría y que no había lógica en lo que hacía. Volvía a intentar seleccionar una opción que no estaba habilitada; acciones tan primitivas que yo misma desconocía, pero que ahora mismo eran todo lo que yo era.


Por fin pasaron las 48 horas, la opción se habilitó. Introduje los datos de pago casi de memoria y ahí estaba el resultado: solo yo, frente a la computadora, esperando la reafirmación de mi auto-percepción académica. No lloré, no reí, ni siquiera parpadeé. Antes de sumar alegría y sentir el cumplimiento de mi triunfo, unas pequeñas palabras fueron susurradas en mi mente las cuales chocaban, explotaban y ensordecían mi vida:


- “¿Qué te costaba ser suficiente desde el primer intento?” -


Mi hermana se asomó y yo, conteniendo todo lo que estaba sintiendo, mis ganas de llorar, más que nada le dije de la manera más seca posible:


- “Ya lo pasé.”-


Como si mi vida no se hubiera tratado de esto por más de un año, un simple y seco “ya lo pasé.” Lloró más mi esposa, se alegró más mi mamá, y las palabras de orgullo de mi tía fueron más de lo que yo podía sentir de mí misma…


¿Cómo se siente lograr tus sueños?


Por alguna razón, todavía no lo sé. Sigo esperando el momento. No sé cuál es ese momento, para ser realista. Creo que siento que aún no he logrado cumplirlo, aun cuando tengo frente a mi escritorio mi diploma de Registered Nurse desde hace meses. No me malinterpreten, es un logro inmenso que me he guardado solo para mí y algunas personas, pero por alguna razón no he logrado satisfacer algo dentro de mí.


Inmediatamente cambié mi CV y agregué mi número de licencia de enfermera registrada en Estados Unidos. Romper la barrera del idioma, y no solo una barrera del habla común, sino de la terminología adecuada en otro idioma, ¿cómo podría no sentirme satisfecha? Pero esta es la ansiedad que me habita, el “¿qué sigue?”


No sé exactamente la razón; quizá fue todo esto que acabo de describir, pero hoy es justo y adecuado el momento de compartir que lo logré, lo logré desde hace meses y sí, aunque la búsqueda de la satisfacción parece no terminar, el sueño que nació en mí hace unos años se cumplió: soy lo que soñé. Están esas siglas justo antes de mi nombre:


Polethe Doll Perea Raymundo, BSN, RN.


A través de esta experiencia, he aprendido que el camino hacia nuestros sueños no siempre es lineal, pero cada paso, incluso los fracasos, nos lleva hacia adelante.


 


Puedes leer más sobre Doll en su página de Facebook: https://www.facebook.com/dOllraymundo?mibextid=LQQJ4d

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